viernes, 13 de mayo de 2016

Estrés: asesino silencioso que paraliza al profesional

El estrés crónico es muy habitual y afecta a la salud del trabajador y a su productividad, convirtiéndose en la mayor epidemia laboral del siglo XXI

La ansiedad o la depresión afectan al 24,6% de la población adulta en el mundo. El estrés es ya la segunda causa de los problemas de salud relacionados con el trabajo
Sudoración, palpitaciones, temblores, taquicardia, mareo, nauseas, molestias estomacales, sequedad bucal, dolor de cabeza, intranquilidad motora Si tiene alguno de estos síntomas tal vez sufra estrés, un problema que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calificado como ‘epidemia global’ y que encuentra en los entornos laborales su caldo de cultivo.
Diversos estudios indican que el estrés es ya la segunda causa de los problemas de salud  relacionados con el trabajo. Patologías como depresiones, dolencias cardiacas, alteraciones cardiovasculares, lesiones musculares, problemas isquémicos o dermatológicos pueden tener su origen o verse agravadas por culpa del estrés.
En 1956 el fisiólogo y médico austrohúngaro Hans Selye tomó prestado el término de la física y la mecánica –donde el stress mide la resistencia de los materiales- para denominar un cuadro clínico que él definió como “la respuesta general del organismo ante cualquier estímulo o situación estresante”. Una definición que ya sugiere que este fenómeno no tiene por qué ser necesariamente nocivo.
El estrés es un mecanismo que nos mantiene alerta y nos estimula psicológicamente para enfrentarnos a los problemas. Aumenta la creatividad, nos impulsa a tomar la iniciativa y a que respondamos eficientemente ante situaciones cotidianas. Un punto de estrés en nuestra vida es saludable porque mantiene alta la atención y aumenta la productividad. Nos da esa ‘vidilla’ tan útil, por ejemplo, cuando hay que hablar en público o trabajamos con plazos ajustados.
¿Cómo funciona este mecanismo?
Ante un estímulo externo nuestro organismo reacciona de dos maneras posibles: huida o defensa. Los problemas llegan cuando las demandas del estrés superan el umbral de lo que estamos preparados para afrontar. El estrés se convierte entonces en un asesino silencioso que paraliza al profesional. Una mayor auto exigencia en el trabajo o la presión excesiva de los directivos provoca un aumento de la tensión psicoemocional. Se produce entonces un desbordamiento emocional en la persona, cansancio mental y ansiedad.

Detonantes de las crisis

Las relaciones humanas y las fricciones del día a día son una de las principales fuentes de esta afección. Un correo electrónico o una llamada telefónica pueden ser el detonante de una crisis.
¿Cómo se combate?
Por un lado, aprendiendo a gestionar los pensamientos generadores de ansiedad y reeducando los patrones de conducta, y, por otro, identificando los factores desencadenantes.
Inteligencia emocional, empatía, asertividad y una comunicación fluida formarían parte de esa receta básica anti estrés, ya que, el trabajo se gestiona mejor si se gestionan adecuadamente la emociones y los pensamientos.
Los compañeros y jefes tóxicos, también son un peligroso acelerador de esta dolencia. El estrés es contagioso, por esta razón, se recomienda elegir cuidadosamente las conversaciones en las que se participa en el trabajo. Si nuestros compañeros son de los que se pasan la hora de la comida quejándose de lo mal que va todo, más vale cambiarse mesa o comer solos. El sentido del humor es otro eficaz antídoto. Ante situaciones de muchos nervios, una broma puede ayudar a rebajar la tensión.
Por su tipo de actividad, existen algunos colectivos más proclives a padecer estrés laboral. Profesores de secundaria o personal sanitario entrarían en esta categoría. También aquellas profesiones que trabajan de cara al público o las consideradas peligrosas como bomberos o policías, si bien, éstas últimas gestionan mejor sus niveles de estrés gracias a la actividad física que despliegan.
Por categoría profesional, los mandos intermedios son un grupo especialmente vulnerable debido a que sufren, por un lado, la presión de sus superiores y, por otro, las quejas de sus subordinados.
En cuanto a la edad, las personas mayores tienen más experiencia y llevan mejor el estrés puntual. En cambio, son más propensas a sufrir el síndrome de burnout (quemado). Mientras que con los jóvenes sucede lo contrario: soportan peor los picos de ansiedad, pero son más resistentes en el largo plazo.
Pero si el estrés es devastador para la salud de las personas, también puede poner en serios aprietos a las empresas. Tener empleados estresados significa duplicar los días de baja de la plantilla. Y no se trata únicamente de los síntomas físicos; a nivel emocional el trabajador también se ve seriamente afectado, lo que se traduce en una merma en su rendimiento. Se modifica el estado de ánimo y el comportamiento. Incrementa la inseguridad y las dificultades para concentrarse o tomar decisiones.
Con el objetivo de frenar el estrés de sus empleados, cada vez más empresas ponen en marcha los llamados PROGRAMAS DE BIENESTAR o wellness, que persiguen fomentar una cultura de hábitos saludables dentro de la compañía. Se trata de crear entornos agradables para el trabajo y que posibiliten una gestión inteligente del estrés para así evitar la necesidad de un tratamiento médico.

Fomentar el ejercicio físico moderado forma parte de esta labor de sensibilización, porque hay una relación directa entre el bienestar físico y la productividad. Los empleados que practican una actividad física de forma habitual tienen mayor resistencia y están más capacitados para gestionar situaciones de estrés laboral.

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