martes, 26 de mayo de 2015

¿Te levantas para ir al trabajo o te levantas para ir a disfrutar?

El trabajo de tu vida…
¿Y si levantarse para ir a la oficina fuera algo apasionante? ¿Y si el dinero que percibimos fuera secundario? ¿Y si trabajar nos sirviera para ser más felices? Aunque parezca un tópico, para algunas personas esto es una realidad, porque no se levantan para ir a trabajar, sino que se levantan para ir a disfrutar. Dicho esto, os lanzo otra pregunta: ¿Por qué no nos movemos para estar junto a esos privilegiados? Desde luego que no es misión sencilla, pero se puede lograr.

El último informe Gallup sobre satisfacción laboral revelaba un dato bastante alarmante: Solo uno de cada ocho trabajadores en todo el mundo está contento con su trabajo.

Y no es una encuesta realizada a la ligera, ya que se trata de resultados recogidos en 142 países y a 25 millones de trabajadores a lo largo del planeta. Hasta un 62 por ciento de los encuestados se muestran desconectados del trabajo que desempeñan, mientras que un 20 por ciento afirman sentirse muy desconectados. Solo un 18 por ciento está satisfecho.

A nivel mundial el dato alcanza el 87 por ciento de personas “desconectadas emocionalmente de sus puestos de trabajo y con menos posibilidades de ser productivas”. En tu caso, ¿dónde te sitúas? Si estás en el primer grupo, sinceramente te felicito. Realmente no es fácil y es un motivo de alegría. En el caso de alinearte con los descontentos, todavía hay solución, no desesperes.

El primer paso es bien sencillo: Sentarse con uno mismo y hacer un ejercicio de análisis. Actuar por impulsos y mandarlo todo al garete no es la solución, primero hay que buscar dónde se esconde nuestra felicidad y, una vez encontrada, abandona pero con red. Ningún trapecista medio cuerdo está dispuesto a caer al vacío.

Ese tiempo de introspección es básico. Busca tu momento, se trata de pensar qué queremos hacer con una porción importante de nuestra vida, al fin y al cabo el trabajo es ese lugar donde pasamos la mayor parte de la semana, no es un tema menor.

El trabajo es fuente de vida y satisfacción personal, o debiera ser así. En el momento que su desempeño provoca frustración, debemos pensar qué estamos enfocando mal. No se trata de buscar la felicidad en no hacer nada, o ser como el cómico Jerome Kaplka cuando dijo que “me gusta y me fascina el trabajo. Podría estar sentado horas y horas mirando a otros cómo lo hacen”. La cuestión es buscar nuestra felicidad en alguna tarea, y solo se encuentra en aquello que nos apasiona. Busquemos.

Scott Dinsmore’s es uno de ese grupo de elegidos que vive con pasión su trabajo, que no es otro que, precisamente, ayudar a los demás a encontrar su pasión. Porque todos la tenemos aunque a veces se refugie entre problemas, crisis, lamentos o vidas complicadas.

En ese difícil camino, Dinsmore’s plantea tres pasos indispensables para localizar aquello que amamos, aquello que más nos gusta, o que mejor se nos da hacer. Pero antes nos invita a hacernos esta pregunta: ¿Por qué trabajas en lo que trabajas?

Una vez que tenemos una respuesta más o menos clara, nos marca tres pasos a seguir:
1. Conviértete en un experto de ti mismo. Si no sabes lo que quieres, nunca vas a encontrarlo. Debemos saber qué actividad nos gusta tanto que haríamos incluso sin que nos pagaran. Para ello podemos mirar atrás en nuestra vida y analizar en qué somos buenos. Normalmente se nos da bien esa tarea con la que más disfrutamos. Porque para Dinsmore’s la definición del éxito es una conjugación de fortalezas únicas, valores y experiencias. Hacemos las cosas que se supone que tenemos que hacer, que nos dicen que tenemos que hacer, pero debemos saber qué cosas nos hacen estar vivos.

2. Haz lo imposible. Olvida esa palabra porque todo es imposible hasta que alguien lo hace. Pero para conseguirlo, debemos atrevernos. Da vértigo, pero si quieres comprobarlo empieza por pequeñas metas. Comienza por medir tus límites y hacer realidad pequeños logros que pensabas imposibles. Adelgaza, finaliza esa carrera de 10 kilómetros, escribe ese libro que te gustaría, deja de fumar… Lo que te guste, lo que llevas tiempo pensando y no acabas por llevar a cabo. Son pequeños pasos, pero los bebés comienzan a andar así.

3. Rodéate de gente apasionada. Está demostrado que en equipo se puede conseguir mucho más. La energía se transmite, al igual que la negatividad. Busca energía y no toxicidad como empujón.

Búscate a ti mismo, da el paso y rodéate de corazones para encontrar tu ocupación, o como dice el autor Louis Barajas en su libro ‘Agotado, agobiado y mal pagado’ tu ocu-pasión. No  hace falta pasar a la historia con nuestro desempeño diario. No pretendamos ser Michael Jordán o Steve Jobs, simplemente hagamos algo que nos importe. Da igual si es pronto o es tarde, si eres joven o viejo, no pongas más excusas porque vivimos una vez. Si no estás feliz da el paso porque al final lo que importa no son los años de la vida, sino la vida de los años.


Fuente Pilar Jericó

jueves, 21 de mayo de 2015

Diez consejos para tratar con tu jefe

Para tratar con ellos, debes ser efectivo y proactivo
Sería maravilloso si el éxito profesional de un empleado se basara sólo en la capacidad para hacer su trabajo. Esta afirmación está muy lejos de la realidad, opina Kevin Daum en un artículo publicado en el portal online de Inc. ya que influyen las relaciones laborales. En ellas, los jefes son una especie aparte. Es por esto que los 10 consejos expuestos a continuación pueden servir de gran ayuda para hacer que el trabajo de todos sea más productivo.

1.    Se proactivo y verbalízalo: No esperes que el jefe te dé instrucciones. Coge las riendas y pregunta todo lo que necesites para poder desarrollar tus funciones. Eso sí, asegúrate de una manera u otra que haya un filtro para que el jefe no entre en pánico.
2.    Haz lo que dijiste que harías: No prometas lo que no podrás cumplir. Si tienes problemas para obtener los resultados que prometiste, el jefe estará inclusive más encima de ti. Debes ser capaz de manejar las expectativas y discutir cuánto hay de razonable en los objetivos marcados.
  1. Sé transparente: Si algo va mal, no esperes al último minuto para contarlo. Di la verdad sin excusas ni florituras, y pide tus sinceras disculpas si es necesario.
  2. Entiende qué dice: Si no eres capaz de saber qué quiere decir exactamente tu jefe, tendrás diariamente que lidiar una batalla inútil. Para remediarlo algunas compañías utilizan tests de personalidad, aunque puede ser suficiente con compartir mutuamente el mismo sentido del trabajo.
  3. Conócete a ti mismo: Si no tienes un profundo conocimiento de tus puntos fuertes y debilidad, tu trabajo estará a merced de cómo te perciban los demás. El remedio es el mismo que en el caso anterior: si no quieres realizar ningún test, sé capaz de decir en voz alta aquello que a veces das por sentado.
  4. Anticípate y prepara de más las reuniones: Cualquier jefe se frustra cuando nadie se ha preparado una reunión. Si conoces los temas a discutir, haz los deberes previamente. Piensa en qué espera de ti el jefe y organiza la información para exponerla claramente.
  5. Proporciona soluciones en vez de quejas: Muchas personas miran al jefe cuando hay que solucionar algún problema y piensan que es él el que tiene que tomar las decisiones difíciles. Cada problema que se presenta debe ser un reto para ti en el que mostrar tu talento y creatividad.
  6. Respalda tus propuestas con datos: Cuando propongas cualquier acción, debes argumentarla. Con una historia interesante, no conseguirás llamar la atención de tu jefe. Para hacer que tu jefe te escuche, prepara un buen informe.
  7. Contribuye a la buena imagen del jefe: Incluso los jefes tienen superiores que les examinan con regularidad. Si tu jefe te ve como un aliado en el que apoyarse para conseguir los objetivos, es más probable que recibas el mismo trato por su parte.
  8. Aporta buen humor a la oficina: Todos queremos trabajar en un buen ambiente, porque no sólo importa el trabajo realizado sino con quién se hace. Ser amable y cooperativo con el resto se da por sentado, así que tener a mano algunas bromas no está de más.

Fuente Kevin Daum

martes, 19 de mayo de 2015

¿En qué radican los principales vicios de las empresas? El robo, los fraudes, el acoso, son parte de una cultura empresarial sin valores. ¿Cómo resolverlo?

4 pasos para crear una
Estrategia ética en tu empresa

¿Te has puesto a pensar a qué se deben las irregularidades en las empresas? ¿Por qué hay robo hormiga en el almacén? ¿Por qué existen fraudes en el área de ventas? ¿Qué orilla a un empleado a robarse la gasolina? ¿Por qué en algunos sectores hay discriminación o acoso hacia la mujer?
Para la consultora Deloitte, muchas de las respuestas a estas preguntas están en la cultura empresarial, en la ética y la definición de negocios que hace la compañía.
Es un concepto que va muy alineado a los valores de la familia, a la forma de pensar, de actuar, a la forma de convivir, no solamente hacia el punto de vista empresa sino más bien rescatar la formación de cada uno de los empleados, y alinearlos al concepto de negocio de la organización.
Deloitte recientemente elaboró el manual La ética, ¿concepto o forma de vida?, en el que describe una serie de estrategias para mejorar el clima laboral e invita a las empresas a que desarrollen esquemas sustentados en la ética para que sus empleados los adopten y permeen en su entorno social.
Hay compañías que trabajan de puertas abiertas y hay un grado de madurez para tener esa confianza, que obliga a sus colaboradores a adoptar los valores, sin embargo no es un tema de obligación, es un tema de convicción.
La implementación de una estrategia de ética disminuye la rotación, mejora el ambiente laboral y, desde el punto de vista financiero disminuyen los fraudes, los conflictos de interés y la percepción de ser una empresa corrupta. 

¿Cuáles son los pasos para establecer una estrategia de ética empresarial?

 

Definir los valores

¿Qué quieres transmitirle a tu organización? Y no solamente en la organización, sino fuera de ella; cómo quieres ser percibido por tus promovedores, clientes, y tú competencia.
La definición de esos valores tiene que ser amigable para el empleado, y no con un lenguaje filosófico. Hay que ponerlos de cierta forma que el empleado pueda verlos en su actuar.

Transformar los valores en un código de ética

El código de ética va a ser la pauta para indicar específicamente qué esperar de cada uno de los colaboradores. No es un reglamento de trabajo, pues éste lleva más a condiciones de tipo laboral. Un código define cómo debe actuar un colaborador, cómo deben actuar los directivos, inclusive ese código incluye algunos lineamientos que involucren a los proveedores porque es parte de esta filosofía.

Comunicación

Tienes el código, ahora lo tienes que comunicar, y para eso es necesario implementar una estrategia de comunicación. El documento lo puede estar muy bonito y bien recatado, pero no servirá de nada si el empleado no entiende e interpreta cada uno de los lineamientos que marca ese código.

Crea un comité de ética

Estos comités no son comunes en las empresas, pues no están regulados por la ley, y no hay ninguna obligación inclusive para las compañías públicas.
Un comité de ética te va a ayudar mucho a definir y permear esos valores, no como un órgano sancionador sino como el oficial de ética. La oficina de ética que te ayude a interpretar que sí y que no, si hubiera alguna duda. Un comité de ética te va a ayudar inclusive para acudir a las áreas de recursos humanos a identificar las ausencias en cuanto a temas de capacitación, inducción, evaluaciones, y modelos de competencias.
El comité de ética debe involucrarse con todas las partes de la empresa para que tenga visibilidad y transparencia. En algún momento se convierte en un órgano sancionador porque uno de sus componentes es establecer los mecanismos para que los empleados, clientes y proveedores puedan denunciar aquellas actitudes o actividades que van en contra de los valores.
Fuente: Javier Rodríguez Labastida

4 Valores para que tu hijo sea un hombre de bien

Se dice que cuando un hombre sabe tratar a la mujer como princesa es que fue enseñado por una reina. De ahí la responsabilidad de una madre en la educación de un hijo para lanzarlo a la vida adulta como un individuo de bien, responsable de su hogar y todo lo que implica un buen hombre de familia. 
Es de mamá quien recibe esa dirección para su andar en la vida, es la más ardua labor guiarle por el camino correcto sabiendo amar, respetar, trabajar, alcanzar objetivos, entre otras virtudes que aprenden en casa.

Si eres madre de uno o más varoncitos, entonces considera los siguientes puntos para el proceso de su formación, para que en un futuro tu nuera te vea como una reina y no como todo lo contrario.

1) Orden y limpieza

El orden es de los primeros valores que aprendemos en la vida, Dios mismo nos pone el ejemplo de orden, El, desde un inicio puso el universo en su lugar porque todo se logra mejor con un orden, y si tu hijo lo desarrolla desde pequeño logrará el buen hábito en su vida adulta.

Se dice que una imagen vale más que mil palabras, así que si deseas que el niño empiece a colaborar en el orden de la casa, tú misma debes ser la primera en reflejarlo y así facilitarles la enseñanza.

Además del orden, la limpieza es otro valor que debes inculcar, al final, una buena higiene en tu hijo lo hará más saludable por el buen cepillado de dientes o el lavarse las manos después de ir al baño, por mencionar algunos ejemplos.

Para finalizar este primer punto, es importante recomendar que tu hijo aprenda no solo lavarse las manos después de ir al baño, si no que por higiene y respeto a los o a las demás, limpien los orines que quedan alrededor de la taza sanitaria y piso. Tú misma y quienes viven en casa se lo agradecerán, así como tu futura nuera.

2) Responsabilidad

El cumplimiento de las obligaciones es un buen principio para la responsabilidad, así que conforme vaya creciendo es importante que se las vayas asignando. No por el hecho de que tú estás a cargo de la casa, significa que le resolverás todo a tu hijo, no permitiendo poner la mesa, recoger su plato después de comer, guardar sus juguetes después de que él jugó, y otras actividades que perfectamente el hijo puede hacer como parte de sus responsabilidades. Evita hacer todo por él, porque toda ayuda innecesaria limita al que la recibe. Hazlo responsable a través de cumplir con sus tareas asignadas. También enséñale a tener alternativas en situaciones difíciles. Que puede hacer y ser feliz con lo que tiene, que entienda que la felicidad va más con la paz interior que la euforia exterior independientemente de la circunstancia.

3) Amor y límites
“La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre”.  (Prov.29:15).

Como madre buscas darle lo mejor a tu hijo, incluso si careciste de algo, procuras que él no lo padezca, y no está mal, siempre y cuando no quieras facilitarle la vida, dándole absolutamente todo lo que esté y no a tu alcance. Cuando no quieres contrarrestar sus deseos y procuras que nunca le falte nada, en vez de ayudarle, lo estás perjudicando. ¿Por qué? Porque cuando se permite una vida fácil a los hijos, se hace de ellos seres satisfechos y conformistas, sin la actitud de superación personal y sin la mirada puesta en el futuro que requiere todo proyecto de vida. Por ello es importante educarlos en amor, estableciendo límites.
Aunque no tenga necesidad, fomenta en tu hijo que se esfuerce, que aprenda alcanzar objetivos, para que hagas de él, hombre trabajador y buen proveedor.

4) Honra a los antecesores…
“Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios” Éxodo 20:12

Enséñale a mostrar respeto, admiración y estima a los antecesores, empezando por ti, su madre, quien le dio la vida; tú eres la primer mujer que él aprenderá a tratar con amor, atención y admiración, si lo hace, le facilitarás que lo haga con su futura esposa.

También debe mostrar respeto a su padre, abuelos, bisabuelos, porque de ahí viene y merecen ser honrados.

Por último, oro para que Dios te dé la sabiduría en la crianza de tu hijo, que contribuyas con esta sociedad que está necesitada de hombres de bien, buenos líderes, padres, esposos conforme al corazón de Dios.


Fuente: Norma Peraza

martes, 12 de mayo de 2015

Ocho formas de ser inteligentes… ¿Cuál es la tuya?


Si hicieras un test de inteligencia y no saliera bien, tranquilo, solo se estaría midiendo una serie de cualidades (y no necesariamente, las más importantes para la vida cotidiana...). Esta es la conclusión de Howard Gardner, profesor de Harvard, quien revolucionó el mundo de la psicología hace varias décadas.

Gardner fue el primero en proponer que existen varios tipos de inteligencias, independientes entre sí, y que cada uno de nosotros destacamos en el manejo de una o de varias.

De este modo, se puede ser muy inteligente sin necesidad de saber hacer complejas operaciones matemáticas o ser capaz de orientarse con un mapa en medio de un bosque. Existen otras relacionadas con la música o las relaciones personales, por ejemplo. Es un gran alivio, sin duda, ya que durante años se pensó que el cociente intelectual era algo estático. Si el resultado era positivo, estupendo, pero… y si no era así, ¿estaríamos abocados al fracaso de por vida?

Gardner desmontó esta creencia y dio pie a una teoría que hoy por hoy se utiliza en muchos colegios para desarrollar el aprendizaje. En la medida que cada uno de nosotros tenemos un potencial, podremos educar a nuestros hijos desde su fortaleza.

Veamos cuáles son las inteligencias que propone Gardner:

o    Lingüística: Miguel de Cervantes, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, los políglotas, los grandes oradores… son ejemplos de este tipo de inteligencia. Se refleja en la sensibilidad para expresarse oralmente o por escrito, aprender idiomas o poner el lenguaje al servicio de las metas que quiero alcanzar. Si sobresales en esta capacidad, utilizas eficazmente la palabra para expresar tus ideas.
o    Lógico-matemática: Einstein, Margarita Salas, científicos, matemáticos… destacan por su capacidad de analizar y resolver problemas, realizar operaciones matemáticas y usar la lógica. Howard Gardner considera que este tipo de inteligencia nos ayuda a razonar de manera deductiva y detectar patrones. Sin duda, muy útil para elaborar teorías o deducir estrategias también cotidianas.
o    Musical: Mozart, Plácido Domingo… tienen la habilidad para componer y apreciar patrones musicales, reconocer ritmos, tonos y timbres, y saber cómo utilizarlos. Si se te da bien cantar o componer, ya sabes cuál es tu inteligencia.
o    Corporal-kinestésica: Rafael Nadal, Lionel Messi, Pau Gasol…son ejemplo de saber utilizar el propio cuerpo para conseguir objetivos, expresar ideas o resolver problemas. Gracias a esta inteligencia utilizamos nuestra capacidad mental para coordinar los movimientos corporales que nos permiten llevar a cabo cualquier tipo de actividad física, desde bailar a usar una herramienta.
o    Espacial: es la capacidad que tenemos para percibir el espacio y poder generar imágenes mentales a partir de dicha percepción visual. Saber cómo manejar los detalles visuales es necesario en profesiones muy diversas, desde la ingeniería y la arquitectura hasta la cirugía y la decoración, como Juan de la Cierva o Leonardo Torres Quevedo, por ejemplo.
o    Naturalista: nos permite reconocer, clasificar y aprovechar las características del entorno. Un gran ejemplo de esta inteligencia fue Darwin, quien revolucionó la teoría del origen del hombre observando el entorno. En un primero momento, dicha habilidad no se consideraba dentro de la clasificación, pero Gardner la añadió posteriormente.
o    Interpersonal: esta inteligencia nos facilita entender a las otras personas, sus motivaciones y deseos. Es la base para la empatía. Dado que las relaciones personales son clave en nuestra vida y todos tenemos un círculo social más o menos extenso, esta capacidad es un complemento fundamental de todas las demás y la utilizamos a diario. Aunque para todos es necesaria, es aún más importante para profesiones como psicólogos, educadores, docentes… y cualquier cargo en el que haya que liderar a un grupo de personas.
o    Intrapersonal: supone la capacidad de comprenderse a sí mismo y apreciar los propios sentimientos, miedos y motivaciones para saber movernos en nuestra vida. Es decir, la capacidad para conocernos a nosotros mismos. Al igual que la inteligencia interpersonal, la intrapersonal afecta a las demás y es necesaria en cualquier área de nuestra vida. Y no es de extrañar que ambas capacidades sean la base de la inteligencia emocional, propuesta por Daniel Goleman.
En definitiva, cada uno de nosotros tenemos una combinación específica de las inteligencias anteriores. Dependiendo de nuestras necesidades o problemas, haremos uso de una u otra. Pero si queremos avanzar en nuestro desarrollo personal, sería recomendable reconocer qué tipo de inteligencias me identifican y en cuáles disfruto más. Si todo ello lo aplicamos a la educación, el profesor tendría un papel de guía en el aprendizaje individualizado de cada alumno. Y no lo olvidemos, educar en base a la diversidad es el reto para ayudar a que las futuras generaciones desarrollen su talento.

Gardner, H.,A multiplicity of intelligences, Scientific American, 1998.

Gardner, H. (1998).Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica.