La ley de Hutchinson afirma que
"si un problema necesita la máxima concentración, aparecerá
simultáneamente una distracción irresistible”. Sin duda, uno de los
principales enemigos que nos acecha en la actualidad son las distracciones, en
un mundo tan caótico y repleto de información, estamos bombardeados
continuamente por cientos de estímulos, por lo que es muy fácil distraerse.
Entre tanta información chatarra, lo difícil es mantenerse concentrados y no
perder un tiempo precioso.
De
hecho, hemos olvidado lo que significa realmente estar concentrados y
olvidarnos del mundo exterior. Ese estado en el que estamos tan ensimismados en
la tarea que el mundo prácticamente desaparece. En gran parte, ello se debe a
la tecnología, ya que nos hemos obligado a estar continuamente pendientes de la
llamada o el mensaje, con al menos una decena de pestañas abiertas en el
navegador, de forma que hemos aprendido a vivir dividiendo nuestra atención.
Pero lo que podría parecer una ventaja, en realidad nos pasa una factura muy
elevada.
El limbo atencional de nuestro día a día
“Los
tontos actúan distraídamente. El sabio custodia su atención como si fuera su
tesoro más precioso”. Con esta frase, Siddhartha Gautama Buddha quería
resaltar el valor de la atención ya que estar plenamente presentes es la única
garantía para vivir en el aquí y ahora. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a
vivir a caballo entre el pasado y el futuro, desatendiendo el presente, porque
pasamos cada minuto en una especie de “limbo atencional”.
El
limbo atencional no es más que un estado en el que no estamos
realmente trabajando, ni realmente reposando. No estamos disfrutando realmente
de la compañía de las personas que queremos ni estamos completamente
concentrados en la película o en el libro que estamos leyendo.
Como
resultado, no logramos hacer nada bien, pero nos agotamos mucho. Por eso
solemos llegar cansados a casa por la noche, como si algo o alguien nos hubiese
robado toda nuestra energía. Solo que el
ladrón hemos sido nosotros mismos.
Para
comprender mejor este concepto, basta pensar que durante toda la jornada
nuestra atención se comporta como una línea recta, cuando en realidad debería
ser una línea con altos y bajos. De hecho, para liberarnos del limbo atencional
que roba nuestra energía necesitamos alternar momentos de absoluta
concentración con momentos de absoluto reposo. Cuando obtenemos una curva,
salimos de ese limbo y no solo logramos ser más productivos sino que también
nos agotamos menos.
Además,
no se trata simplemente de lograr nuestras metas y ser más eficaces sino
también de vivir de forma más plena.
Cuando logramos deshacernos de las preocupaciones y nos concentramos en el aquí
y ahora podemos disfrutar mucho más y exprimir la vida hasta la última gota, de
verdad.
¿Cómo concentrarnos en lo que realmente importa?
1.
Descubre tus malos hábitos. Entramos en el
limbo atencional por nuestros malos hábitos, aunque no somos conscientes de
ellos. Sin embargo, nuestro día a día está lleno de esquemas que repetimos una
y otra vez, como por ejemplo: revisar continuamente el móvil para leer los
nuevos mensajes, entrar varias veces a las redes sociales, pasar demasiado
tiempo conversando con los compañeros de trabajo fuera del horario de descanso
o llevarnos el trabajo a casa en forma de preocupaciones que nos impiden disfrutar
de nuestra familia. Todos estos hábitos no solo te roban tiempo sino también
energía, por lo que el primer paso es detectarlos y después substituirlos por
hábitos más eficaces que puedan mejorar realmente tu vida.
2. Aplica la Stress-Recovery
Routine. Se trata de
crear esa curva de concentración y relajación, de manera que alternes
periodos de atención plena en las tareas con fases de reposo total. De hecho,
las personas que han aplicado esta rutina afirman que son mucho más productivos
y llegan menos agotados al final del día. Y es que esos periodos de verdadero
reposo sirven para recargar las pilas e incluso para que el inconsciente genere
nuevas ideas. ¿Cómo lograrlo?
Ante
todo, determina una meta clara. No se trata de añadir más presión, sino
simplemente de ser objetivo y proponerte lo que quieres lograr en un periodo de
dos horas, por ejemplo. Esa meta se convertirá en un punto de referencia en tu
mente y te ayudará a mantenerte concentrado.
En
segundo lugar, usa
un timer. Uno
de los riesgos que se corre al estar demasiado concentrados es pasar por alto
el descanso y seguir trabajando. Sin embargo, ese hábito terminará pasándote
factura. Por eso, es recomendable que utilices un reloj que te indique que ha
llegado el momento de tomar una pausa. En ese momento, lo más importante es que
intentes desconectar por completo de lo que estabas haciendo.
3.
Controla los distractores, no dejes que te controlen. Muy pronto te
darás cuenta de que alternar momentos de máxima productividad con fases de
reposo revolucionará tus jornadas. Sin embargo, también notarás que es difícil
mantener ese ritmo porque a lo largo del día tendrás numerosos estímulos que
compiten por tu atención. Por eso, es importante que intentes eliminar todos
los factores que te distraigan y puedan disminuir tu productividad.
Por
ejemplo, si estás con tu familia puedes
silenciar el móvil y si estás en el trabajo puedes desconectarte de Internet. A la vez, es conveniente que apliques la
regla de los dos minutos: si una tarea imprevista se puede realizar en dos
minutos, hazla, si tarda más, ponla en tu lista de las tareas pendientes.
4.
Recurre a un disparador emocional. Hay días
mejores, otros son peores. Hay jornadas en las que sientes que puedes con todo
pero hay otras en las que andas de capa caída y te resulta más difícil mantener la fuerza de voluntad, es
como si esta se hubiera agotado de repente. En todo caso, dado que para
combatir las distracciones es fundamental ser perseverante, una buena idea para
mantenerte motivado es recurrir a un elemento disparador.
Un
elemento disparador, trigger, en inglés, es algo que
despierta un flashback hacia una
situación que vivimos en el pasado. Cada persona tiene disparadores diferentes,
pueden ser un sonido, un olor, una textura o una imagen. Lo que sucede es que
en nuestro cerebro se ha creado una conexión muy fuerte entre la sensación que
vivimos y ese elemento disparador. Por eso, es conveniente crear disparadores
de un estado de ánimo más positivo. Por ejemplo, puedes comenzar el día leyendo
una frase motivadora que tenga un gran significado para ti, o escuchar una
canción que te llene de energía. Se trata de encontrar eso que te motiva e
infunde fuerza.
5.
Practica la meditación mindfulness. Pocas cosas te
ayudarán a mantenerte tan concentrado y alejarte de las distracciones como la meditación mindfulness. De hecho, un
estudio realizado en la Universidad de California desveló que tan solo un par
de semanas de meditación puede mejorar cualitativamente la capacidad de las
personas para concentrarse y la memoria a corto plazo. Este resultado no es
sorprendente si se tiene en cuenta que la meditación consiste, básicamente, en
aprender a centrar en pensamiento en un objeto o idea.
Además,
esta práctica provoca cambios duraderos a nivel cerebral. Otra investigación
realizada en Harvard desveló que la
meditación mindfulness puede influir en algunas estructuras del cerebro.
Después de ocho semanas de entrenamiento se apreciaron cambios positivos en el
hipocampo, la estructura que gobierna el aprendizaje y la memoria, así como una
disminución de la actividad de la amígdala, la zona encargada del miedo, la
ansiedad y el estrés. Otro estudio realizado en la Universidad de Yale encontró
que la meditación disminuye la actividad de la red por defecto del cerebro, esa
que salta de un tema a otro y activa las preocupaciones. Por tanto, la
meditación mindfulness es una herramienta excelente para deshacerte de las
distracciones y aprender a concentrarte en lo que realmente importa.
Fuente: Jennifer Delgado
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