Nick Yarris tenía 19 años cuando fue sentenciado a muerte en
Estados Unidos por un crimen que no cometió.
Pasó 23 años en confinamiento solitario. Asegura que fue torturado y
golpeado. Su vida se tornó en tal calvario que llegó a pedir que lo
ejecutaran. Incluso a pesar de saberse inocente.
Hoy, sin embargo, a 11 años de su liberación –lograda gracias a nuevos
avances en la identificación con ADN– es un hombre que se siente agradecido. Lejos
de transmitir resentimiento, Yarris viaja por el mundo contando cómo su
experiencia lo ayudó a ser mejor persona.
El estadounidense, cuyo caso es relatado en el documental "Fear of
13" (Miedo al 13), que estrenará próximamente, habló con el programa
Newshour de la BBC.
Yarris contó cómo pasó los primeros
dos años de su sentencia encerrado en una celda de aislamiento, sin que se le
permitiera hablar. "Golpeaba mi cabeza estupefacto contra la pared",
contó sobre el enojo que sentía entonces. "Fue solo a través de amabilidad
y la compasión de un guardia carcelario que me dio algunos libros y me ayudó a
leer, que cambié todo y dejé de estar resentido", reveló.
Educación
Según el excondenado fue la
educación a la que tuvo acceso en prisión la que le cambió la vida.
Yarris
reconoce que era un hombre de muy pocos recursos cuando ingresó al presidio
en 1981, acusado de la violación y muerte de una joven en el estado de
Pennsylvania. Había sido detenido por la policía por manejar drogado un auto
robado. En un intento por zafar de la cárcel dijo que sabía quién había matado
a la joven, de cuya muerte se enteró a través del diario. Pero la treta le
salió mal y cuando las autoridades descartaron al presunto homicida lo
inculparon a él en vez.
Yarris cree que su falta de educación limitó sus
posibilidades de probar su inocencia.
"Fue muy
difícil poder defenderme sin poder hablar bien", contó a la BBC. Fue por
eso que se abocó a mejorar su
vocabulario, su dominio de la lengua y su educación. De hecho el nombre del
documental, "Miedo al 13", hace referencia a la "triscadecafobia", una de las palabras que Yarris se enseñó a
sí mismo durante su campaña por mejorarse.
Tesoro
"La
estructura que armé a través de los
10.000 libros o más que leí en los 23 años que pasé en confinamiento solitario
se convirtieron en la base de un cimiento que es indestructible para mí",
dice el hombre que hoy tiene 53 años.
Además, se
llevó otro aprendizaje, que considera aún más valioso. "El tesoro que me
llevé de la cárcel no fue oro, sino el bellísimo conocimiento que adquirí
sobre mí mismo y una maravillosa educación", afirma. "En
los 11 años desde que estoy libre logré tanto más de lo que jamás soñé",
se emociona.
Sin embargo,
también reconoce que la experiencia que vivió lo marcó para siempre. "Aún
vivo con 11 huesos rotos que no han sanado, dos discos colapsados en mi cuello,
mi cara fue destrozada y me falta parte del ojo izquierdo. Vivo en agonía
física cada día de mi vida", admite.
Consultado sobre cómo se sobrepuso a la enorme injusticia que vivió, Yarris
reconoce que "no hay compensación posible". Sin embargo, elige
enfocarse en lo que la experiencia le dio, en vez de lo que le quitó. "No
voy a ser una víctima de lo que se me hizo, porque eso sería eliminar todas mis
propias acciones", afirma.
Una de las cosas que más lo motivan es sentir que a través de sus presentaciones públicas está logrando "dejar un
mensaje para los más jóvenes sobre cómo LA EDUCACIÓN TE EMPODERA".
También quiere transmitir una importante lección de vida. "Si
quieres saber cómo sobrevivir el infierno: ama
a alguien", recomienda el hombre que en 2013 escribió el libro "Seven Days to Love" (Siete
días para amar), en el que relata su historia y sus aprendizajes.
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