Si buscas una figura visible para un proyecto basado en
la participación activa de todos sus miembros, que en buena medida dependa de
las relaciones interpersonales, la venta de productos, el contacto con terceros
o la gestión humana, sin ninguna duda debes recurrir a al liderazgo carismático para
encontrarla.
Los expertos consideran que se trata de uno de los estilos de liderazgo más
completos de todos los que se conocen hasta ahora. No en vano reúne habilidades
de otros líderes como el participativo, el emprendedor o el proactivo.
Como su propio nombre indica, el liderazgo carismático es aquel que basa su acción en el carisma de la
persona que lo asume. ¿Y qué es el carisma? No es exactamente una destreza que
pueda medirse, pero sí salta a la vista cuando alguien tiene cierta facilidad
para relacionarse y empatizar con las personas de su entorno.
Características
del liderazgo carismático. ¿Eres uno de ellos?
Puntualizando un poco más en ello, existen ciertas
actitudes o rasgos que nos ayudan a identificar a un líder carismático de otros
tipos de líderes:
Espontaneidad. Se muestran tal y como son desde el inicio.
Y gracias a ello contagian de energía positiva y confianza a quienes le rodean.
Amabilidad. La actitud distendida y amable es la
mejor forma de llegar a los otros. Suelen irradiar muy buenas sensaciones.
Actitud proactiva. Pero no sólo se limita a establecer
contactos. También (y sobre todo) hace cosas para transformar su entorno.
Empatía. La amabilidad del inicio pronto se
convierte en empatía. Es capaz de ponerse en lugar del otro y entender sus
razones, opiniones o visión del mundo. No juzga; trata de entender y dialoga.
Abiertos al cambio. No tratan de imponer su punto de vista.
Al contrario, tienen disposición a liderar cambios y una alta flexibilidad para
adaptarse a lo que los contextos le exijan; también promueve el nacimiento de
nuevos líderes.
Liderazgo
carismático: desventajas y cuándo no aplicarlo
Hasta aquí hemos visto las ventajas de apostar por el liderazgo carismático, uno de los más completos y
más efectivos cuando se trata de fomentar la participación y crear climas
laborales basados en la motivación y las buenas relaciones.
Sin embargo, que tenga todas estas virtudes no supone que
esté exento de desventajas; como todo modelo, lleva implícito ciertos riesgos.
Veamos:
Si los grupos son muy
grandes, su efecto tiende a diluirse. El carisma no es una facultad ilimitada
o que crezca hasta el infinito. Cuantas más personas dependan del líder
carismático, más difícil será generar los cambios propuestos. En cambio, en
grupos pequeños es una garantía de éxito.
Pueden caer en un afán
personalista. Cuando el carisma no se enfoca bien y el líder persigue otros fines, lo más
probable es que pierda el rumbo de sus funciones y acabe buscando notoriedad o
visibilidad.
No es conveniente en
contextos demasiado jerarquizados. Si lo que se busca es resultados a corto plazo y en
sistemas jerarquizados, o en los que la personalidad tenga poco impacto, este
modelo de liderazgo se revelará ineficaz. Los
sistemas cerrados son incompatibles con el desarrollo del carisma.
Ignorar amenazas externas
del entorno. Si el líder se
centra de lleno en la gestión de relaciones y del capital humano, es probable
que pierda de vista las amenazas del entorno. Ojo, el carisma no es un antídoto
contra todo. Quizá en ciertas situaciones haya que emplear otro tipo de
liderazgo.
Recurso: Harvard Deusto
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