Decálogo
de valores éticos que deberíamos enseñar a nuestros hijos.
Dicen que los hijos se
parecen más a su generación que a sus padres. De hecho, el mundo y la sociedad
se empeñan en moldear a los niños para convertirlos en adultos "en
serie", a imagen y semejanza del resto, en un proceso a través del cual
les arrebatan parte de su individualidad.
No cabe duda de que todos reflejamos la época que nos
tocó vivir y la sociedad en la que hemos crecido. Sin embargo, los padres
también pueden poner su granito de arena. Los valores y las actitudes que se
aprenden en casa perduran, de una forma u otra, y pueden convertirse en tesoros
muy valiosos que guíen a los niños hacia una vida más plena.
Las
enseñanzas contracorriente que los padres deberían transmitirles a sus hijos:
1. A ser diferentes.
En una sociedad que ensalza la estandarización, me
gustaría que los padres les enseñaran a sus hijos el increíble valor de la
diferencia.
Que les explicaran que para ser diferentes no es
necesario tatuarse, pintarse el pelo de tres colores o colocarse piercings en
los sitios más insospechados sino a distinguirse por sus ideas, actitudes y
opiniones.
Los padres no deberían imponer sus criterios, sino
motivar a sus hijos a buscar información y a pensar por sí mismos, deberían
instarles a no seguir la tendencia ideológica de turno sino a formarse sus
propias ideas, aunque difieran de la masa.
2. A respetar a los demás.
En una sociedad que marcha a pasos agigantados hacia
la deshumanización, me gustaría que los padres fueran capaces de enseñarles a
sus hijos que no son el centro del universo y que no pasa nada por compartir el
mundo con otros 7.300 millones de personas que tienen sus mismos derechos.
Si los niños aprenden desde pequeños que sus
decisiones, actitudes y comportamientos pueden matar las ilusiones y los sueños
de los demás, se convertirán en adultos más sensibles. Por eso, me gustaría que
los padres les enseñaran a sus hijos a tratar a los demás como les gustaría que
les trataran. Con eso bastaría para que el mundo de mañana fuese un poco mejor.
3. A apasionarse.
En una sociedad donde cada vez más personas viven con
las cabezas metidas en las pantallas y pasan horas en mundos virtuales, me
gustaría que los padres les enseñaran a sus hijos que el mundo que se puede oler
y tocar está esperándoles, al alcance de su mano. Me gustaría que los padres
alimentaran la curiosidad innata de los niños hasta convertirla en una
auténtica pasión.
No importa hacia qué, la botánica o la astrología,
basta con que puedan entusiasmarse y vibrar por algo que enriquezca su vida y
que esta no se limite simplemente al trabajo o a hacer y desear lo que hacen y
desean los demás. Ese sería un regalo extraordinario.
4. A luchar por lo que quieren.
En una sociedad que crea necesidades ficticias
continuamente a través del marketing más agresivo, me gustaría que los padres
les enseñaran a sus hijos a establecer sus propias necesidades, a saber cuáles
son sus sueños y, sobre todo, a luchar por alcanzarlos.
Me gustaría que los padres les dieran las herramientas
para no darse por vencidos, que les enseñaran que cada error es un aprendizaje
y que los pasos en falso en realidad les acercan a su meta.
Los padres deberían enseñarles a sus hijos a luchar
por sus ilusiones, a no dejárselas arrebatar por personas que están demasiado
cómodas en su zona de confort y no quieren que los demás crezcan. Solo de esta
manera, al final de sus vidas, podrán darse por satisfechos.
5. A asumir su responsabilidad.
En una sociedad donde la responsabilidad
se diluye nivel por nivel y todos la rehúyen como si fuera la peste, porque es
más fácil culpar a los demás que hacer examen de conciencia, me gustaría que
los padres les enseñaran a sus hijos a tomar las riendas de su vida y asumir la
responsabilidad por sus acciones.
Me gustaría que les enseñaran que muchas
veces, para obtener algo, es necesario hacer sacrificios. También deberían
enseñarles a no culpar al destino, a la suerte o a los demás por sus errores, y
a pedir perdón cuando se equivocan.
6. A no juzgar a los demás.
En una sociedad donde todo está
perfectamente etiquetado y catalogado, donde la comparación se convierte en un
arma de doble filo, es difícil no emitir juicios de valor. Sin embargo, me
gustaría que los padres les enseñaran a sus hijos a no juzgar a los demás, a no
creerse superiores y, sobre todo, a no burlarse de ellos.
Nadie puede comprender realmente a otra persona hasta
que no ha caminado con sus zapatos durante mucho tiempo. Por eso, educar a los
niños en la aceptación y la comprensión les enseñará a ser humildes, pero
también les preparará para defender sus derechos y no permitir que los demás
pasen por encima de ellos.
7. A asumir riesgos.
En una sociedad que nos ha transmitido
la idea errónea de que podemos tener todo lo que deseemos sin renunciar a nada
y con el mínimo esfuerzo posible, me gustaría que los padres les enseñaran a
sus hijos que cada decisión siempre implica una renuncia, en uno u otro
sentido, porque por cada camino que elegimos, siempre hay un camino que
abandonamos.
Los padres deberían enseñarles a sus hijos a aceptar
que existe la posibilidad de perder, así dejarán de tenerle miedo al fracaso y
podrán asumir nuevos desafíos con la menta abierta y el corazón dispuesto.
8. A ser flexibles.
En una sociedad azotada por la rigidez, tanto a nivel
político como religioso y de pensamiento, una lacra que provoca continuamente
nuevos conflictos, me gustaría que los padres les enseñaran a sus hijos a ser
flexibles, a comprender que todo está en continuo movimiento y que la
inmovilidad es tan solo una falsa ilusión.
Al enseñarles a ver la vida en movimiento también les
animan a abrazar la incertidumbre, a abrirse a los acontecimientos y estar
preparados para afrontarlos. De esta forma los niños también aprenderán a
priorizar y sabrán cuándo es el momento de cambiar sus metas y redirigir sus
esfuerzos en otra dirección.
9. A dar sin pretender nada a cambio.
En una sociedad donde la mayoría de las personas
piensan que una mano lava la otra y ambas limpian la cara, me gustaría que los
padres les enseñaran a sus hijos a dar sin esperar nada a cambio, por el simple
placer que implica ser generosos.
No se trata de convertirlos en personas serviles, sino
en enseñarles el increíble valor de la generosidad y de estimular el deseo de
compartir. También se trata de enseñarles su valor como personas, para que no
se dejen comprar, sobornar ni pretendan pasar por encima de los demás.
10. A asumir que la vida no es justa.
En una sociedad que muchas veces
premia a quien menos lo merece y que destila positivismo ingenuo, me gustaría
que los padres les enseñaran a sus hijos el valor del realismo, que les
enseñaran a levantarse cada vez que caen.
Educar en la resiliencia significa
enseñarles que la vida no siempre será justa, pero a pesar de ello vale la pena
seguir avanzando porque esos reveses pueden hacerles más fuertes. De esta forma
aprenderán a no lamentarse cada vez que surja un problema sino que pondrán
manos a la obra para encontrar una solución.
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